Hilde Mosse comes from one of the wealthiest families in Berlin and stands to inherit an enormous fortune. But she longs for something more meaningful than the luxurious lifestyle her family provides. So Hilde decides to pursue her dream of becoming a doctor. As the Nazis take power in Germany and the Mosse family is forced to flee, Dr. Hilde Mosse lands in New York having nearly lost everything.. She finds her calling treating the mental health of Black youth – and the symptoms of a racist system. In addition to photographs, school records, and correspondence spanning Hilde Mosse’s entire lifetime, the Mosse Family Collection in the LBI Archives includes the diaries she kept between 1928 and 1934, from the ages of 16-22. Hilde’s papers are just part of the extensive holdings related to the Mosse Family at LBI. Learn more at lbi.org/hilde . Exile is a production of the Leo Baeck Institute, New York and Antica Productions. It’s narrated by Mandy Patinkin. This episode was written by Lauren Armstrong-Carter. Our executive producers are Laura Regehr, Rami Tzabar, Stuart Coxe, and Bernie Blum. Our producer is Emily Morantz. Research and translation by Isabella Kempf. Voice acting by Hannah Gelman. Sound design and audio mix by Philip Wilson. Theme music by Oliver Wickham. Please consider supporting the work of the Leo Baeck Institute with a tax-deductible contribution by visiting lbi.org/exile2025 . The entire team at Antica Productions and Leo Baeck Institute is deeply saddened by the passing of our Executive Producer, Bernie Blum. We would not have been able to tell these stories without Bernie's generous support. Bernie was also President Emeritus of LBI and Exile would not exist without his energetic and visionary leadership. We extend our condolences to his entire family. May his memory be a blessing. This episode of Exile is made possible in part by a grant from the Conference on Jewish Material Claims Against Germany, which is supported by the German Federal Ministry of Finance and the Foundation Remembrance, Responsibility and Future.…
コンテンツは UNAM によって提供されます。エピソード、グラフィック、ポッドキャストの説明を含むすべてのポッドキャスト コンテンツは、UNAM またはそのポッドキャスト プラットフォーム パートナーによって直接アップロードされ、提供されます。誰かがあなたの著作物をあなたの許可なく使用していると思われる場合は、ここで概説されているプロセスに従うことができますhttps://ja.player.fm/legal。
Desde febrero de 2007, a lo largo de casi cien entregas, las páginas de esta Revista se vieron honradas con una colaboración mensual de título “Lo que sea de cada quien”. Su autor ahí recuperaba episodios —algunos chuscos, otros emocionantes, todos ellos significativos— de su vida literaria y periodística: amistades y enemistades, epifanías y decepciones, travesías que a menudo vinculaban los espacios de la juventud impetuosa y la madurez escéptica y que lo mismo incluían a escritores, editores, actores, reporteros, representantes de la Iglesia católica, empresarios y un generoso etcétera. En esos textos, a medio camino entre la autobiografía y la confesión, siempre brillaba no sólo la franqueza estricta y juiciosa del memorioso que, guiado por el dicho que daba título a su columna, se planteaba el cometido de reconocer méritos y no olvidar las fallas de sus personajes, sino también su prosa: ejercicios de estilo de un maestro de la precisión, la fina malicia y la inteligencia en los tratos con el idioma. Su autor, Vicente Leñero, ha dejado ya este mundo. El miércoles 3 de diciembre de 2014 , las noticias desalentadoras que sobre su salud nos habían asaltado en los últimos tiempos —asunto sobre el cual él pidió un respetuoso silencio— hablaron de su partida final, a la edad de 81 años. Ahora tenemos la honorable tarea de consignar su pérdida, y la grata misión, que emprendemos en este número a modo de homenaje, de recapitular su polifacético legado. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, recipiendario de premios tan prestigiados como el Biblioteca Breve, el Xavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes, Vicente Leñero se convirtió en un ejemplar notable de la estirpe, por lo demás fecunda, de polígrafos mexicanos del siglo XX, esa que incluiría a nombres vitales como los de Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Emilio Pacheco: escritores para los que el campo de la literatura es un universo amplio y abierto, y en el que las fronteras genéricas no implican la menor prohibición creativa. Leñero sumó en su nómina de haceres literarios tanto cuentos, novelas y obras teatrales como crónicas, reportajes y guiones de cine. Lo mismo practicó con rigor y ambición el nouveau roman y la non fiction novel que puso altas las exigencias del teatro documental; supo revitalizar la escritura cinematográfica con audacias estructurales inéditas y formó parte de una generación de periodistas críticos comprometidos con las luchas por la justicia en el país. Lo que llamaríamos la Constelación Leñero incluye luminarias inaplazables como las novelas ‘Los albañiles’, ‘Asesinato’ y ‘La vida que se va’, los guiones de los filmes ‘Cadena perpetua’, ‘El callejón de los milagros’ y ‘La ley de Herodes’, las piezas teatrales ‘Pueblo rechazado’, ‘¡Pelearán diez rounds!’ y ‘La visita del ángel’ y las estaciones periodísticas del viejo Excélsior y la imprescindible Proceso. Con un itinerario creativo así de fructífero y un temperamento señalado siempre por el alto compromiso humano, resulta fácil comprender el desaliento y la tristeza que la partida de Vicente Leñero ha traído a los integrantes de esta Revista. Hasta siempre, querido y admirado Maestro. Otro gran maestro que se fue, hace exactamente un año, llevaba el nombre de José Emilio Pacheco, cuya inmensa aportación a las letras mexicanas es ponderada con inteligencia y emoción por el novelista Álvaro Uribe, el autor de ‘El taller del tiempo’ y ‘Autorretrato de familia con gato’, entre otros títulos.
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Desde febrero de 2007, a lo largo de casi cien entregas, las páginas de esta Revista se vieron honradas con una colaboración mensual de título “Lo que sea de cada quien”. Su autor ahí recuperaba episodios —algunos chuscos, otros emocionantes, todos ellos significativos— de su vida literaria y periodística: amistades y enemistades, epifanías y decepciones, travesías que a menudo vinculaban los espacios de la juventud impetuosa y la madurez escéptica y que lo mismo incluían a escritores, editores, actores, reporteros, representantes de la Iglesia católica, empresarios y un generoso etcétera. En esos textos, a medio camino entre la autobiografía y la confesión, siempre brillaba no sólo la franqueza estricta y juiciosa del memorioso que, guiado por el dicho que daba título a su columna, se planteaba el cometido de reconocer méritos y no olvidar las fallas de sus personajes, sino también su prosa: ejercicios de estilo de un maestro de la precisión, la fina malicia y la inteligencia en los tratos con el idioma. Su autor, Vicente Leñero, ha dejado ya este mundo. El miércoles 3 de diciembre de 2014 , las noticias desalentadoras que sobre su salud nos habían asaltado en los últimos tiempos —asunto sobre el cual él pidió un respetuoso silencio— hablaron de su partida final, a la edad de 81 años. Ahora tenemos la honorable tarea de consignar su pérdida, y la grata misión, que emprendemos en este número a modo de homenaje, de recapitular su polifacético legado. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, recipiendario de premios tan prestigiados como el Biblioteca Breve, el Xavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes, Vicente Leñero se convirtió en un ejemplar notable de la estirpe, por lo demás fecunda, de polígrafos mexicanos del siglo XX, esa que incluiría a nombres vitales como los de Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Emilio Pacheco: escritores para los que el campo de la literatura es un universo amplio y abierto, y en el que las fronteras genéricas no implican la menor prohibición creativa. Leñero sumó en su nómina de haceres literarios tanto cuentos, novelas y obras teatrales como crónicas, reportajes y guiones de cine. Lo mismo practicó con rigor y ambición el nouveau roman y la non fiction novel que puso altas las exigencias del teatro documental; supo revitalizar la escritura cinematográfica con audacias estructurales inéditas y formó parte de una generación de periodistas críticos comprometidos con las luchas por la justicia en el país. Lo que llamaríamos la Constelación Leñero incluye luminarias inaplazables como las novelas ‘Los albañiles’, ‘Asesinato’ y ‘La vida que se va’, los guiones de los filmes ‘Cadena perpetua’, ‘El callejón de los milagros’ y ‘La ley de Herodes’, las piezas teatrales ‘Pueblo rechazado’, ‘¡Pelearán diez rounds!’ y ‘La visita del ángel’ y las estaciones periodísticas del viejo Excélsior y la imprescindible Proceso. Con un itinerario creativo así de fructífero y un temperamento señalado siempre por el alto compromiso humano, resulta fácil comprender el desaliento y la tristeza que la partida de Vicente Leñero ha traído a los integrantes de esta Revista. Hasta siempre, querido y admirado Maestro. Otro gran maestro que se fue, hace exactamente un año, llevaba el nombre de José Emilio Pacheco, cuya inmensa aportación a las letras mexicanas es ponderada con inteligencia y emoción por el novelista Álvaro Uribe, el autor de ‘El taller del tiempo’ y ‘Autorretrato de familia con gato’, entre otros títulos.
Los varios perfiles creativos de un autor y amigo admirado: tales son los asedios que el novelista y ensayista Álvaro Úribe, con una prosa siempre elagante y ponderada, se permite en torno a un escritor mexicano que encarnó las búsquedas más exigentes en los terrenos de la novela corta, el relato, el ensayo, la traducción y la edición: el gran José Emilio Pacheco, de cuya llorada muerte se cumple un año este mes de enero.…