Una aproximación prospectiva ontológica para Venezuela
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Hace 205 años, durante los días de la día firma del acta de independencia de Venezuela, en el claustro de la Sociedad Patriótica se sentían las arengas del joven Bolívar reclamando decisión ante las dudas sobre la independencia, preguntó: "¿Trescientos años de calma, no bastan?". Es nuestra historia llena de sobresaltos, dominada por sentimientos de ansiedad, frustración, ira, miedo sin tiempo para el sosiego, para recrear una visión de país y para el encuentro de un mundo mejor. Será que debemos plantearnos una profunda reflexión sobre las fuentes de esos desencuentros. ¿Qué permitió desde la democracia, el arribo de un proceso de pérdida de la institucionalidad en Venezuela?, ¿Cómo fue posible el credo de que cualquier opción era mejor que la de un gobierno democrático, por poco sensible a la gente y muy cercano que fuera de las élites del poder político y económico?, ¿Cuál racionalidad pudo movilizar la creencia de que todo podía resolverse con un experimento radical socialista cargado de anacronismos ideológicos, económicos y políticos?. ¿Cómo fue posible?. Los argumentos del entonces eran profundamente económicos relacionados con las desigualdades, la pobreza y la corrupción, también políticos con un discurso de negación de la representatividad a favor del protagonismo como alivio a la exclusión de los pobres, como siempre estuvo ausente el sentido ontológico de la nación, no hubo otra cosa que retórica vacua cargada de una mezcolanza ideológica que caracteriza un burdo populismo electorero que opone al supuesto pueblo-víctima a una minoría explotadora. Hoy esos mismos argumentos que desembocaron en el resquebrajamiento de la democracia se han hecho más dramáticos: colas, inflación extrema, crisis sanitaria y alimentaria, ni que decir de la exclusión, todo lo contrario es peor ahora, pues quien no pertenezca al partido de gobierno, por ejemplo, no tiene acceso libre a las redes de distribución de alimentos con precios controlados. Está presente un sentimiento de pérdida de la seguridad económica y de un gobierno que responda a las expectativas de lo que fuera y de lo que resta de la clase media venezolana en términos de "¿Quiénes somos? "”¿Cuál es su futuro para la descendencia?”. El sistema actual de gobierno en Venezuela no tiene respuestas para enfrentar el caos económico actual, ni la inestabilidad política, pues la frágil democracia se debilita cada vez más, los signos que caracterizan al autoritarismo se hacen cada vez más presentes, el gobierno y los poderes públicos no disponen de la autonomía e independencia necesarias. Comienza a aparecer una preocupación por lo que somos como nación, como cultura y por nuestros propios valores existenciales. ¿En qué dirección se necesita que sea impulsado un nuevo relato de los acontecimientos que contamos?. Una historia del otro empoderamiento de nosotros, de nuestra cultura y de nuestros principios. Es la fundación de una historia inclusiva fuera del la separación del miedo y de la ira. Un relato que asuma la ansiedad ontológica, más allá de una racionalidad fundada en la economía y en la ideología. Este relato reconoce que existe un creciente ansiedad. Reconoce que el cambio está ocurriendo de manera muy rápida y difícil. Esta historia rechaza esa segmentación entre ellos y nosotros, entre capitalistas y trabajadores, entre lo privado y lo público,…, es el reconocimiento de que estamos conectados, y no sólo económicamente, sino también más fundamental: estamos conectados como personas. Tenemos una sociedad fracturada, hay una pesadumbre común, y también existe la posibilidad de una conexión consciente. Es un relato que promueve la empatía, el afecto y una visión compartida de un futuro emergente. Hay que hacer frente a las realidades económicas y políticas. Tanto la economía y el gobierno deben ser estructurados para servir a la gente, no al revés. Debemos tener estructuras de gobierno que respondan a las personas y no fundados de la captura de rentas pecuniarias e ideológicas que las encubren. Nuestro gobierno debe apoyar los derechos civiles de todos los miembros. ¿Cómo podemos dialogar e involucrar a los excluidos económicos y políticos que hoy están bajo amenaza? . Cuando el gobierno promueva la inclusión, estaremos llegando a una historia diferente. Esta historia debe apelar a nuestros mejores sentimientos y hablar tanto con nuestro consciente como con el inconsciente. Que todos debemos dar espacio para participar en este nuevo relato. En esta dialéctica juegan un papel importante el liderazgo político y los actores sociales de las Universidades Autónomas, las Academias de Ciencias, los Colegios Profesionales, las Asociaciones representativas de los trabajadores y de los empresarios. En esta historia, debemos tener un sistema económico que funcione, donde se comparta la riqueza. Es cierto que hay incógnitas y riesgos, pero los que tienen la mayor cantidad de recursos financieros deben tomar más riesgos y cargas. Las élites no deberían ser solo capaces de sacar provecho de todo el crecimiento, sino socializar también el riesgo. Hay que asegurarse de que a medida que creamos nuevas estructuras para la acumulación de capital, tengamos estructuras paralelas para las personas. Si necesitamos aplazar beneficios, debemos mirar a los más capaces de soportarlos en costos y en el tiempo. Debemos trabajar para limitar la influencia de del “economicismo” y la ideología en el espacio democrático. La creación de riqueza debe ser nuestro medio, no nuestro propósito. Las razones de las grandes empresas deben ser revisadas. Deben existir para el beneficio del bien común y no simplemente para maximizar el beneficio de unos pocos. Es una nueva historia que reconoce esos ámbitos están interrelacionados, los gobiernos deben establecer reglas y estructuras para la economía que responda a todas las personas. La gente puede y va a cambiar, pero la ruta está llena de obstáculos. Necesitamos ayuda. Necesitamos tiempo, recursos y un nuevo relato. Necesitamos que todas las personas a sean parte de la historia, incluyendo las élites, con el fin de compartir en nuestro futuro económico, político y cultural. Necesitamos un gobierno sensible, eficaz e inclusivo. No es el que tenemos hoy en día, pero la solución no es que desaparezca la diversidad ideológica sino que se fortalezca, que más nunca exista posibilidad de colonización de las instituciones por parte de una ideología, hay que trabajar para hacer que el gobierno y los poderes públicos funcionen.
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