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Inmersión en un sistema de reinserción en las hacinadas cárceles de Colombia
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Hacinamiento carcelario, aumento de la criminalidad, corrupción en las cárceles. En Colombia, desde principios de año, se ha puesto en alerta a todos los 125 establecimientos penitenciarios. Las instituciones intentan por todos los medios reducir la población carcelaria. Entre ellos, el recurso a los talleres de reinserción.
Desde enero, los medios de comunicación colombianos difunden regularmente noticias sobre las cárceles. En mayo, el asesinato del director de la cárcel La Modelo de Bogotá, Elmer Fernández, que había recibido amenazas desde dentro del centro penitenciario, provocó una reacción de la opinión pública y del Gobierno. El director estaba en su coche de camino a casa cuando le dispararon.
La prisión La Modelo de Bogotá es una de las cárceles más emblemáticas del país. Ha recibido a presos famosos como el sicario de Pablo Escobar, Jhon Jairo Vásquez alias Popeye, pero también al narcotraficante cofundador del cartel de Cali e incluso al actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando todavía era guerrillero del grupo M19.
Esta situación de inseguridad en las cárceles colombianas no es nueva, pero cada año se agrava un poco más. Así que el INPEC, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia, multiplica las iniciativas para tratar de reducir la población carcelaria en el país. Según el instituto, en Colombia la sobrepoblación carcelaria supera el 25%. Habría 20.000 reclusos de más.
‘Made in prison’, una iniciativa de reinserción
En Medellín, en la cárcel de alta seguridad de la ciudad, cada semana, una quincena de presos se reúnen para participar en un taller de ayuda a la reinserción social, ‘Made in Prison’.
Este taller permite a los presos fabricar manillas que luego venden para sus familias. “El modelo de intervención de ‘Made In Prison’ está enfocado en mitigar los impactos económicos y emocionales que tiene la pena en el núcleo familiar. Se fortalece la cohesión familiar porque lo que hacemos es que este producto garantice que haya un ingreso que mitigue estos impactos, que de alguna manera también puedan generar un sustento”, explica Juliana Zuluaga, cofundadora de ‘Made in Prison’.
Las pulseras hechas por los reclusos se venden luego fuera y dentro de la prisión. Juliana participa en mercados y ferias de artesanía. También se venden en línea.
“Por un lado, desde las emociones trabajamos todo lo que es la resignificación, pero por el lado del producto trabajamos la resocialización. Es decir, ellos que pueden aprender a hacer, qué habilidades van adquirir para la incorporación a la vida en sociedad. Porque desafortunadamente, hoy la sociedad no está preparada lo suficiente para darle trabajo una persona que estuvo privada de la libertad por el tema antecedentes”, afirma Zuluaga.
Al tratar de reducir la tasa de reincidencia, Juliana Zuluaga y su organización ‘Made In prison’ esperan liberar cupos en las cárceles.
Una manilla y siete emociones
Diego Alejandro Moreno Rena es uno de esos perfiles reincidentes. Lleva cinco años en la cárcel y hace un año que participa en el taller. Debería ser liberado en unos meses. Explica que este taller le permitió abrir su mente.
“Mi manilla tiene siete emociones. El blanco es la sorpresa, el verde significa miedo, el rosado es alegría y este verde más encendido es el disgusto. Me falta otro para la tristeza que le podría meter anaranjado, me falta identificar la soledad”, nos dice.
“Es lo que siento y lo que quiero empezar a vivir porque yo sé que va a haber alegría y va a haber tristeza, van haber miedos de hacer las cosas, pero también van a haber sorpresas cuando las haga y salgan bien”, cuenta esperanzado este hombre de 29 años, padre de una niña de cinco. Siente que ha llegado la hora de cambiar de vida. Todos sus esfuerzos son para ella. Detrás de su aspecto duro y sus múltiples tatuajes, Diego Alejandro deja entrever sus emociones.
“Antes me lo pasaba el tiempo en el patio, en la rutina de siempre, no compartía casi con nadie y ahora se ha mejorado la relación con mi familia y con las otras personas. Utilizo estos trabajos para distraerme y para cuando esté otra vez en libertad defenderme mejor”, agrega.
Si bien se siente tranquilo en el taller de confección de pulseras, Diego Alejandro está preocupado por lo que le sucederá después de la cárcel. Ya piensa en las dificultades que encontrará una vez fuera. Encontrar un trabajo sigue siendo su prioridad. En este taller también se ayuda a los presos jurídicamente. Un abogado viene regularmente para revisar sus casos.
“Solo el hecho de estar acá, ya somos lo peor. Entonces me gustaría que esas personas pensaran las cosas de otra forma, que no nos cierren la puerta”, concluye.
El compañero de celda de Diego, Juan David Villa Marín se unió al equipo hace un mes. A los 24 años, este colombiano de la ciudad de Popayán, en el sur del país, es muy tímido. Pero, poco a poco se acerca al grupo.
“Acá es como difícil ese tema del control de las emociones al estar encerrado. Así que desborden todas las emociones que sentimos acá, aunque sea un poco través de estas cosas, a través de este programa”, afirma Juan David.
Talleres como escudo contra las redes criminales en las prisiones
Para los centros penitenciarios, este tipo de actividades también permite evitar que los presos caigan en las redes criminales y de extorsión que han invadido las cárceles colombianas. Los jefes de grupos armados o bandas criminales siguen dirigiendo las operaciones de sus grupos desde el interior de las cárceles.
“En lo que llevo acá, he cambiado mucho la verdad, tanto física como emocionalmente. de pronto de pasar días de ansiedad y depresión, ahora ya es cambiar todo eso a estar un poco más alegre, más concentrado, más enfocado en lo que debo hacer”, explica el recluso.
Todos los establecimientos están en alerta desde el mes de febrero. Se han adoptado varias medidas para garantizar la seguridad de los presos y del personal de las prisiones. Entre esas medidas se cuentan el uso de las fuerzas del orden para reforzar la vigilancia y la seguridad de las cárceles, el traslado de algunos presos y la reducción de las visitas a los detenidos. Esta es la cuarta vez desde 2013 que se ha emitido la alerta. Una situación que provocó que tuviéramos que esperar meses para conseguir el permiso para entrar en la cárcel para realizar este reportaje.
No baja el hacinamiento carcelario pese a las iniciativas
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para mejorar la situación sanitaria, alimentaria, de infraestructura y reinserción social en los establecimientos penitenciarios, no se está reduciendo el hacinamiento carcelario. El Centro de Estudios Jurídicos y Sociales de Bogotá, Dejusticia, considera que el Gobierno hace un uso excesivo de la prisión.
“Hoy hay una atención mediata e inmediata para atender esta situación, para lograr asesorías jurídicas para que logren rebajar las penas y así de esa manera se va bajando el hacinamiento en las cárceles. Hay unos proyectos laborales donde las personas que están recluidas allí pueden rebajar pena por el tema laboral. Es un tema muy importante que yo creo que el Estado tendría que fortalecer mucho más junto a los estudios”, analiza Carlos Alberto Arcila Valencia, secretario de Paz y Derechos Humanos de Medellín
Este año, el presidente colombiano, Gustavo Petro, ha aprobado una ley que elimina el IVA de los productos fabricados en prisión. El objetivo es animar a las empresas a trabajar más con los presos, como hace Juliana con ‘Made in Prison’.
“Es un estímulo para que también la empresa privada siga fortaleciendo los establecimientos carcelarios y lleve la empresa a los establecimientos carcelarios y se les brinde oportunidades, no solamente cuando están pagando la condena, sino cuando salen”, defiende Arcila Valencia.
Aumenta la inseguridad contra los funcionarios
Por otra parte, un proyecto de Mega-cárceles para 1.500 detenidos está en curso en Medellín. Seis serán construidas en Colombia. Para el secretario de la Paz y los Derechos Humanos, no es la única solución eficaz. La inseguridad en las cárceles sigue siendo la prioridad. Según el INPEC, se ha registrado un aumento del 100% en los incidentes de seguridad del personal con respecto al año anterior. Entre 2023 y 2024, se registraron al menos 230 amenazas de muerte contra funcionarios de los centros penitenciarios.
“Debe haber más cárceles, pero tienen que haber varias: oportunidades laborales para las personas que cumplen penas y salen en libertad, prevención del delito, que los jóvenes no terminen delinquiendo o reclutados o vinculados con las estructuras armadas”, demanda el secretario de la Paz y los Derechos Humanos.
Desde el inicio de su mandato, el presidente de izquierda, Gustavo Petro, lanzó un amplio plan llamado ‘Paz total’ para negociar con los grupos narcotraficantes y las bandas criminales sus renuncias. Se han abierto varias mesas de negociación, pero hasta la fecha no se ha llegado a ningún acuerdo. Mientras tanto, las detenciones se multiplican y el hacinamiento en las cárceles sigue aumentando.
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Hacinamiento carcelario, aumento de la criminalidad, corrupción en las cárceles. En Colombia, desde principios de año, se ha puesto en alerta a todos los 125 establecimientos penitenciarios. Las instituciones intentan por todos los medios reducir la población carcelaria. Entre ellos, el recurso a los talleres de reinserción.
Desde enero, los medios de comunicación colombianos difunden regularmente noticias sobre las cárceles. En mayo, el asesinato del director de la cárcel La Modelo de Bogotá, Elmer Fernández, que había recibido amenazas desde dentro del centro penitenciario, provocó una reacción de la opinión pública y del Gobierno. El director estaba en su coche de camino a casa cuando le dispararon.
La prisión La Modelo de Bogotá es una de las cárceles más emblemáticas del país. Ha recibido a presos famosos como el sicario de Pablo Escobar, Jhon Jairo Vásquez alias Popeye, pero también al narcotraficante cofundador del cartel de Cali e incluso al actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando todavía era guerrillero del grupo M19.
Esta situación de inseguridad en las cárceles colombianas no es nueva, pero cada año se agrava un poco más. Así que el INPEC, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia, multiplica las iniciativas para tratar de reducir la población carcelaria en el país. Según el instituto, en Colombia la sobrepoblación carcelaria supera el 25%. Habría 20.000 reclusos de más.
‘Made in prison’, una iniciativa de reinserción
En Medellín, en la cárcel de alta seguridad de la ciudad, cada semana, una quincena de presos se reúnen para participar en un taller de ayuda a la reinserción social, ‘Made in Prison’.
Este taller permite a los presos fabricar manillas que luego venden para sus familias. “El modelo de intervención de ‘Made In Prison’ está enfocado en mitigar los impactos económicos y emocionales que tiene la pena en el núcleo familiar. Se fortalece la cohesión familiar porque lo que hacemos es que este producto garantice que haya un ingreso que mitigue estos impactos, que de alguna manera también puedan generar un sustento”, explica Juliana Zuluaga, cofundadora de ‘Made in Prison’.
Las pulseras hechas por los reclusos se venden luego fuera y dentro de la prisión. Juliana participa en mercados y ferias de artesanía. También se venden en línea.
“Por un lado, desde las emociones trabajamos todo lo que es la resignificación, pero por el lado del producto trabajamos la resocialización. Es decir, ellos que pueden aprender a hacer, qué habilidades van adquirir para la incorporación a la vida en sociedad. Porque desafortunadamente, hoy la sociedad no está preparada lo suficiente para darle trabajo una persona que estuvo privada de la libertad por el tema antecedentes”, afirma Zuluaga.
Al tratar de reducir la tasa de reincidencia, Juliana Zuluaga y su organización ‘Made In prison’ esperan liberar cupos en las cárceles.
Una manilla y siete emociones
Diego Alejandro Moreno Rena es uno de esos perfiles reincidentes. Lleva cinco años en la cárcel y hace un año que participa en el taller. Debería ser liberado en unos meses. Explica que este taller le permitió abrir su mente.
“Mi manilla tiene siete emociones. El blanco es la sorpresa, el verde significa miedo, el rosado es alegría y este verde más encendido es el disgusto. Me falta otro para la tristeza que le podría meter anaranjado, me falta identificar la soledad”, nos dice.
“Es lo que siento y lo que quiero empezar a vivir porque yo sé que va a haber alegría y va a haber tristeza, van haber miedos de hacer las cosas, pero también van a haber sorpresas cuando las haga y salgan bien”, cuenta esperanzado este hombre de 29 años, padre de una niña de cinco. Siente que ha llegado la hora de cambiar de vida. Todos sus esfuerzos son para ella. Detrás de su aspecto duro y sus múltiples tatuajes, Diego Alejandro deja entrever sus emociones.
“Antes me lo pasaba el tiempo en el patio, en la rutina de siempre, no compartía casi con nadie y ahora se ha mejorado la relación con mi familia y con las otras personas. Utilizo estos trabajos para distraerme y para cuando esté otra vez en libertad defenderme mejor”, agrega.
Si bien se siente tranquilo en el taller de confección de pulseras, Diego Alejandro está preocupado por lo que le sucederá después de la cárcel. Ya piensa en las dificultades que encontrará una vez fuera. Encontrar un trabajo sigue siendo su prioridad. En este taller también se ayuda a los presos jurídicamente. Un abogado viene regularmente para revisar sus casos.
“Solo el hecho de estar acá, ya somos lo peor. Entonces me gustaría que esas personas pensaran las cosas de otra forma, que no nos cierren la puerta”, concluye.
El compañero de celda de Diego, Juan David Villa Marín se unió al equipo hace un mes. A los 24 años, este colombiano de la ciudad de Popayán, en el sur del país, es muy tímido. Pero, poco a poco se acerca al grupo.
“Acá es como difícil ese tema del control de las emociones al estar encerrado. Así que desborden todas las emociones que sentimos acá, aunque sea un poco través de estas cosas, a través de este programa”, afirma Juan David.
Talleres como escudo contra las redes criminales en las prisiones
Para los centros penitenciarios, este tipo de actividades también permite evitar que los presos caigan en las redes criminales y de extorsión que han invadido las cárceles colombianas. Los jefes de grupos armados o bandas criminales siguen dirigiendo las operaciones de sus grupos desde el interior de las cárceles.
“En lo que llevo acá, he cambiado mucho la verdad, tanto física como emocionalmente. de pronto de pasar días de ansiedad y depresión, ahora ya es cambiar todo eso a estar un poco más alegre, más concentrado, más enfocado en lo que debo hacer”, explica el recluso.
Todos los establecimientos están en alerta desde el mes de febrero. Se han adoptado varias medidas para garantizar la seguridad de los presos y del personal de las prisiones. Entre esas medidas se cuentan el uso de las fuerzas del orden para reforzar la vigilancia y la seguridad de las cárceles, el traslado de algunos presos y la reducción de las visitas a los detenidos. Esta es la cuarta vez desde 2013 que se ha emitido la alerta. Una situación que provocó que tuviéramos que esperar meses para conseguir el permiso para entrar en la cárcel para realizar este reportaje.
No baja el hacinamiento carcelario pese a las iniciativas
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para mejorar la situación sanitaria, alimentaria, de infraestructura y reinserción social en los establecimientos penitenciarios, no se está reduciendo el hacinamiento carcelario. El Centro de Estudios Jurídicos y Sociales de Bogotá, Dejusticia, considera que el Gobierno hace un uso excesivo de la prisión.
“Hoy hay una atención mediata e inmediata para atender esta situación, para lograr asesorías jurídicas para que logren rebajar las penas y así de esa manera se va bajando el hacinamiento en las cárceles. Hay unos proyectos laborales donde las personas que están recluidas allí pueden rebajar pena por el tema laboral. Es un tema muy importante que yo creo que el Estado tendría que fortalecer mucho más junto a los estudios”, analiza Carlos Alberto Arcila Valencia, secretario de Paz y Derechos Humanos de Medellín
Este año, el presidente colombiano, Gustavo Petro, ha aprobado una ley que elimina el IVA de los productos fabricados en prisión. El objetivo es animar a las empresas a trabajar más con los presos, como hace Juliana con ‘Made in Prison’.
“Es un estímulo para que también la empresa privada siga fortaleciendo los establecimientos carcelarios y lleve la empresa a los establecimientos carcelarios y se les brinde oportunidades, no solamente cuando están pagando la condena, sino cuando salen”, defiende Arcila Valencia.
Aumenta la inseguridad contra los funcionarios
Por otra parte, un proyecto de Mega-cárceles para 1.500 detenidos está en curso en Medellín. Seis serán construidas en Colombia. Para el secretario de la Paz y los Derechos Humanos, no es la única solución eficaz. La inseguridad en las cárceles sigue siendo la prioridad. Según el INPEC, se ha registrado un aumento del 100% en los incidentes de seguridad del personal con respecto al año anterior. Entre 2023 y 2024, se registraron al menos 230 amenazas de muerte contra funcionarios de los centros penitenciarios.
“Debe haber más cárceles, pero tienen que haber varias: oportunidades laborales para las personas que cumplen penas y salen en libertad, prevención del delito, que los jóvenes no terminen delinquiendo o reclutados o vinculados con las estructuras armadas”, demanda el secretario de la Paz y los Derechos Humanos.
Desde el inicio de su mandato, el presidente de izquierda, Gustavo Petro, lanzó un amplio plan llamado ‘Paz total’ para negociar con los grupos narcotraficantes y las bandas criminales sus renuncias. Se han abierto varias mesas de negociación, pero hasta la fecha no se ha llegado a ningún acuerdo. Mientras tanto, las detenciones se multiplican y el hacinamiento en las cárceles sigue aumentando.
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