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Marsella: Amine y la rebelión de las madres (episodio II)
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Una escuela pública abandonada es el centro de operaciones de unas amas de casa que militan por la paz y la justicia social en las barriadas de la periferia norte de Marsella, las grandes olvidadas por el Estado francés. Lideradas por un joven de 20 años, asisten a las madres de victimas de los criminales. También se organizan para expulsar a los traficantes de droga que controlan territorio y población en la periferia de la segunda ciudad de Francia
"Si no nos levantamos, nadie lo va a hacer por nosotros. Somos las mamás las que ponemos la cara y tomamos el terreno antes de que sea demasiado tarde, mientras todavía estemos de pie", asegura una de las mamás de la Asociación Conciencia, ejemplo del empeño por proteger a las llamadas 'cités' de los distritos XIII y XIV de Marsella donde ellas crian a sus hijos.
Estas mujeres llevan a cabo estrategias colectivas de superviciencia popular como talleres de cocina y venta de comida a bajo costo para recaudar fondos destinados a vacaciones colectivas para las madres empobrecidas.
También ayudan a las personas del vecindario de mayor edad y sin acceso a internet. "Hemos conseguido computadores. Para ser sincera, yo no tengo Internet en casa y ahora todo pasa por Internet, las ayudas estatales, la seguridad social. Es complicado. Y lo peor es para las personas mayores. Entonces, ellos confian en nosotras, nos dan sus códigos, y les hacemos las diligencias, declaraciones de renta", cuenta Badra, una de las madres de Conciencia.
Teatro de desigualdades sin límite, estos suburbios también son escenario de una sociedad civil que se rebela y se organiza contra la miseria y la violencia rampantes en el norte de la segundad ciudad de Francia.
Para Francois Sauret, encargado de prevención en la asociación Addap 13, en estos territorios pasa cosas muy significativas pese a que los distritos XIII y XIV concentran los grandes problemas sociales y, en consecuencia, haya más jóvenes con dificultades.
"¿Son significativas esas cifras? ¿Colosales? No. Es verdad que hay jóvenes con problemas, pero también hay jóvenes que están haciendo muchas cosas por su barriada. La población local también es muy recursiva", afirma este educador de la calle que trabaja con jóvenes de las barriadas del norte de Marsella.
Guerra y miseria
Amine Kessaci tiene 20 años, estudia derecho y es el fundador y presidente de la Asociación Conciencia, creada para yudar a las personas empobrecidas de las barriadas de su ciudad. Después del país entero. En solo dos años y medio, el joven marsellés ha desarrollado una estructura que ya cuenta con 22 antenas en toda Francia.
"Los ciudadanos debemos tomar conciencia de que tenemos un lugar importante para desempeñar y un rol esencial para encontrar soluciones a los problemas que enfrentamos. Y las instituciones y los políticos tienen que tomar conciencia que sin nosotros, sin los residentes, no conseguirán nada", dice.
En 2023, Amine fue premiado como uno de los 35 líderes jóvenes de Francia que hacen del mundo un lugar más justo, solidario y sostenible para las generaciones futuras. De origen argelino, el joven activista nació, creció y habita aún en la Cité Frais Vallon del norteño distrito 13 de Marsella, uno de los barrios más pobres de Francia y de Europa.
"Los barrios llevan años abandonados. Viven en condiciones insalubres, con cucarachas, humedad, persianas y ventanas rotas, los ascensores están siempre averiados. El propietario nunca responde. Hay tiroteos, se oyen disparos, vemos morir a la gente, hay sangre. Asistimos a escenas de guerra. Las instituciones no nos responden", relata el joven lider.
Estas barriadas del puerto milenario francés están en la lista de las mas pobres de la Union Europea. "Somos la séptima potencia mundial y una de las prirmeras de Europa. Y, sin embargo, en nuestros barrios hay gente que vive por debajo del umbral de la pobreza. Hay gente que, a partir del día 20 o 15 del mes no tiene para comer".
Jóvenes y madres, blanco del crimen
Desigualdad, insalubridad, racismo. La ausencia del Estado ha servido de abono para graves males sociales. Y, sobre todo, ha dejado el campo libre para que grupos criminales, ligados al tráfico de droga, controlen territorio y población con una violencia mortífera. Una violencia que, explica Amine, se ensaña de preferencia con los jóvenes y las madres que pierden a sus hijos.
El vivió en carne propia el drama de las familias que, golpeadas por la muerte, se encuentran solas y desamparadas. Su hermano fue hallado calcinado en un automóvil, una de las tantas víctimas de esa juventud presa de las redes del narcotráfico que gobiernan a sangre y fuego amplias zonas periféricas de Marsella.
"Ahi me di cuenta de que nadie apoyaba a estas familias, ni ayudaba a esas madres. Así que creamos un plan de ayuda para todas ellas. Las apoyamos con un psicólogo y un abogado. Ofrecemos a las madres de vicitmas del crimen ayuda económica y apoyo moral. En cuanto hay un asesinato, en cuanto hay una madre que pierde a un hijo, vamos a su casa, le llevamos café y le damos el pésame en compañía de una psicóloga", relata.
Para el joven líder la causa de la violencia que gangrena a las familias del norte de Marsella tiene un nombre: exclusión.
"Las mejores escuelas están en el centro de la ciudad y no nos dejan ir allí. O no tenemos derecho o, en cuanto queremos ir, no hay transporte. Es un verdadera travesia ir desde los barrios del norte de Marsella a las escuelas. Entonces, uno llega tarde todas las mañanas y, al cabo de unos meses, pues te expulsan por llegar tarde".
El desempleo, una variante clave."La gente dice que los jóvenes no deberían meterse en la droga. Pero, ¿qué se les ofrece a cambio? Nada. Y si no entra dinero, si no hay trabajo, si no hay propuestas para los barrios, lo único - ojo, no digo que sea bueno, pero se puede explicar- lo único que existe para ellos es el narcotráfico.
Las "narconiñeras"
En 2023, el balance de los tiroteos que ensangrientan a Marsella, segunda ciudad de Francia, es escalofriante: 50 personas asesinadas. Siete eran menores de edad, otros 18 resultaron heridos en lo que las autoridades llaman “narcohomicidios". Las mamás de los jóvenes que caen abatidos en el espacio público no comparten la idea de que estos crímenes sean el resultado de ajustes de cuentas entre grupos criminales. Laurence Bellon, juez de menores en Marsella
Los narcotraficantes no se conforman con ocupar y controlar el espacio público de las barriadas marginales. También se apropian de la intimidad de los hogares de los niños que trabajan para ellos vendiendo la droga.
La llave de entrada es la deuda que contraen lo chicos con estas redes, explica Laurence Bellon, jueza de menores en Marsella. Los criminales exigen el reembolso de la deuda obligando a las familias a que sus apartamentos sirvan de depósito para el tráfico de drogas. Eso es lo que ellos llaman 'la niñera'.
Incluso llegan a instalarse en las viviendas de estas familias. La jueza relata el caso de un menor de edad, hijo de madre cabeza de familia: "Los narcotraficantes convirtieron en 'niñera' el apartamento de su familia: se instalaron ahí, comían ahí, entraban y salían, eran violentos, rompían todo. La madre tuvo que pedirle a los educadores de la calle que la sacaran de su casa y la llevaran con sus tres pequeños a un albergue".
Las mamás contra el narco
Algunas mamás han decidido recuperar el territorio que les ha sido arrebatado por los grupos criminales. "En mi barrio, nosotras nos movilizamos. Bajamos, salimos y los sacamos corriendo. Lo hacemos para protegernos y para dar seguridad a nuestro territorio, a nuestro barrio", cuenta Badra. Ella tiene 53 años y habita en La Rose del distrito XIII.
En cuanto los narcotraficantes llegan a un edificio, los vecinos se avisan entre ellos: " Tocamos el timbre de los otros, nos llamamos y bajamos todos. También avisamos a la policía. A veces viene e interviene, a veces ni siquiera viene. No paramos de quejarnos porque no hay iluminación en los parques. En un parque donde no hay luz, no estamos seguros. Si estás ahí, te pueden pegar o más. Y al guardián del edificio lo mataron delante de nuestro bloque. Lo mataron así nomás.Nosotros tuvimos que bajar a darle los primeros auxilios. Estaba en el suelo. Era un joven que también había nacido en el barrio".
En un territorio controlado por el crimen organizado, la emancipación ciudadana significa poner en peligro la integridad y la vida. " Me golpearon, estaba sangrando y todo. Corría y corría. Además, estoy enferma. Era gente joven. Yo llevaba el velo puesto y todo. Pero, con velo o sin velo, eso te pasa si te metes a proteger tu barrio, tu edificio, tu bloque. Ensucian todo, ocupan los apartamentos. Son los que venden la droga. Son ellos quieren tomarse el territorio".
Para Badra, defender el territorio significa también apropiarse de una identidad y de una historia. Ella tiene dos opciones: la Resistencia o el desarraigo. Badra no abandona.
"No. Yo no me voy porque mis hijos también quieren quedarse en casa. Ellos tienen recuerdos de su padre. Uno tiene hijos que nacieron en el barrio, vecinos con los que nos conocemos y nos apoyamos. Si debo mudarme es imposible que me conozcan como alguien que ha visto a mis hijos nacer y crecer. Todo el mundo quería hacerme entender que tengo que irme. Pero nunca me fui".
Demanda contra el Estado francés
En septiembre de 2021, cuando el presidente Emmanuel Macron visitó la ciudad para anunciar el plan "Marsella en grande", Amine Kessaci cuestionó al mandatario francés la visión de su gobierno para enfrentar los problemas de los barrios del norte de la ciudad.
"Lo que quiero decirle es que no tiene sentido venir aquí con un plan de París elaborado en un avión o donde sea. Ustedes tienen que construir este plan con nosotros, las asociaciones, los concejales, las familias de las víctimas, porque tenemos un testimonio, una experiencia y una historia muy, muy importante para entregar", argumentaba el chico a un Macron que lo escuchaba atento y perplejo.
- Cuántos años tienes, preguntó del presidente.
- 17, respondió Amine.
Ha pasado cerca de un lustro desde que el gobierno Macron lanzara su Plan de “Marsella en grande". Sin embargo, la situación de los barrios del norte ha ido de mal en peor. Decepcionados y enfurecidos, algunos de sus habitantes decidieron demandar al Estado francés ante la justicia. De esa gesta hace parte Amine
"Queremos que el Estado se vea obligado a actuar. Queremos que el Estado sea condenado por inacción, por haber abandonado los barrios y haber expulsado a la República. El Estado de derecho no existe más en nuestros barrios".
El joven líder hace alusión a las fronteras invisibles que los grupos criminales imponen en las barriadas a través de barricadas y puestos de control manejados por muchachos de su edad e, incluso, menores.
Los medios existen, subraya Amine. Y agrega: "Lo que pasa es que los barrios importan un bledo porque no votan, porque son inmigrantes, porque ahí viven árabes y negros.
El gobierno de Nicolas Sarcozy (2007-2012) eliminó la 'policía de proximidad' que tenía una presencia permanente en los barrios. Resultado: la policía ha perdido su poder de disuasión, estima Amine.
"La policía sólo está para dar palizas. Es enviada solo cuando hay el mierdero total. Yo sueño con ver a agentes de policía en los barrios hablando con la gente, sin necesidad de controlarla, pero con una presencia permanente. Eso restablecería la confianza entre la policía y los jóvenes. La política de represión no sirve para nada. Al contrario, es aún peor".
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Una escuela pública abandonada es el centro de operaciones de unas amas de casa que militan por la paz y la justicia social en las barriadas de la periferia norte de Marsella, las grandes olvidadas por el Estado francés. Lideradas por un joven de 20 años, asisten a las madres de victimas de los criminales. También se organizan para expulsar a los traficantes de droga que controlan territorio y población en la periferia de la segunda ciudad de Francia
"Si no nos levantamos, nadie lo va a hacer por nosotros. Somos las mamás las que ponemos la cara y tomamos el terreno antes de que sea demasiado tarde, mientras todavía estemos de pie", asegura una de las mamás de la Asociación Conciencia, ejemplo del empeño por proteger a las llamadas 'cités' de los distritos XIII y XIV de Marsella donde ellas crian a sus hijos.
Estas mujeres llevan a cabo estrategias colectivas de superviciencia popular como talleres de cocina y venta de comida a bajo costo para recaudar fondos destinados a vacaciones colectivas para las madres empobrecidas.
También ayudan a las personas del vecindario de mayor edad y sin acceso a internet. "Hemos conseguido computadores. Para ser sincera, yo no tengo Internet en casa y ahora todo pasa por Internet, las ayudas estatales, la seguridad social. Es complicado. Y lo peor es para las personas mayores. Entonces, ellos confian en nosotras, nos dan sus códigos, y les hacemos las diligencias, declaraciones de renta", cuenta Badra, una de las madres de Conciencia.
Teatro de desigualdades sin límite, estos suburbios también son escenario de una sociedad civil que se rebela y se organiza contra la miseria y la violencia rampantes en el norte de la segundad ciudad de Francia.
Para Francois Sauret, encargado de prevención en la asociación Addap 13, en estos territorios pasa cosas muy significativas pese a que los distritos XIII y XIV concentran los grandes problemas sociales y, en consecuencia, haya más jóvenes con dificultades.
"¿Son significativas esas cifras? ¿Colosales? No. Es verdad que hay jóvenes con problemas, pero también hay jóvenes que están haciendo muchas cosas por su barriada. La población local también es muy recursiva", afirma este educador de la calle que trabaja con jóvenes de las barriadas del norte de Marsella.
Guerra y miseria
Amine Kessaci tiene 20 años, estudia derecho y es el fundador y presidente de la Asociación Conciencia, creada para yudar a las personas empobrecidas de las barriadas de su ciudad. Después del país entero. En solo dos años y medio, el joven marsellés ha desarrollado una estructura que ya cuenta con 22 antenas en toda Francia.
"Los ciudadanos debemos tomar conciencia de que tenemos un lugar importante para desempeñar y un rol esencial para encontrar soluciones a los problemas que enfrentamos. Y las instituciones y los políticos tienen que tomar conciencia que sin nosotros, sin los residentes, no conseguirán nada", dice.
En 2023, Amine fue premiado como uno de los 35 líderes jóvenes de Francia que hacen del mundo un lugar más justo, solidario y sostenible para las generaciones futuras. De origen argelino, el joven activista nació, creció y habita aún en la Cité Frais Vallon del norteño distrito 13 de Marsella, uno de los barrios más pobres de Francia y de Europa.
"Los barrios llevan años abandonados. Viven en condiciones insalubres, con cucarachas, humedad, persianas y ventanas rotas, los ascensores están siempre averiados. El propietario nunca responde. Hay tiroteos, se oyen disparos, vemos morir a la gente, hay sangre. Asistimos a escenas de guerra. Las instituciones no nos responden", relata el joven lider.
Estas barriadas del puerto milenario francés están en la lista de las mas pobres de la Union Europea. "Somos la séptima potencia mundial y una de las prirmeras de Europa. Y, sin embargo, en nuestros barrios hay gente que vive por debajo del umbral de la pobreza. Hay gente que, a partir del día 20 o 15 del mes no tiene para comer".
Jóvenes y madres, blanco del crimen
Desigualdad, insalubridad, racismo. La ausencia del Estado ha servido de abono para graves males sociales. Y, sobre todo, ha dejado el campo libre para que grupos criminales, ligados al tráfico de droga, controlen territorio y población con una violencia mortífera. Una violencia que, explica Amine, se ensaña de preferencia con los jóvenes y las madres que pierden a sus hijos.
El vivió en carne propia el drama de las familias que, golpeadas por la muerte, se encuentran solas y desamparadas. Su hermano fue hallado calcinado en un automóvil, una de las tantas víctimas de esa juventud presa de las redes del narcotráfico que gobiernan a sangre y fuego amplias zonas periféricas de Marsella.
"Ahi me di cuenta de que nadie apoyaba a estas familias, ni ayudaba a esas madres. Así que creamos un plan de ayuda para todas ellas. Las apoyamos con un psicólogo y un abogado. Ofrecemos a las madres de vicitmas del crimen ayuda económica y apoyo moral. En cuanto hay un asesinato, en cuanto hay una madre que pierde a un hijo, vamos a su casa, le llevamos café y le damos el pésame en compañía de una psicóloga", relata.
Para el joven líder la causa de la violencia que gangrena a las familias del norte de Marsella tiene un nombre: exclusión.
"Las mejores escuelas están en el centro de la ciudad y no nos dejan ir allí. O no tenemos derecho o, en cuanto queremos ir, no hay transporte. Es un verdadera travesia ir desde los barrios del norte de Marsella a las escuelas. Entonces, uno llega tarde todas las mañanas y, al cabo de unos meses, pues te expulsan por llegar tarde".
El desempleo, una variante clave."La gente dice que los jóvenes no deberían meterse en la droga. Pero, ¿qué se les ofrece a cambio? Nada. Y si no entra dinero, si no hay trabajo, si no hay propuestas para los barrios, lo único - ojo, no digo que sea bueno, pero se puede explicar- lo único que existe para ellos es el narcotráfico.
Las "narconiñeras"
En 2023, el balance de los tiroteos que ensangrientan a Marsella, segunda ciudad de Francia, es escalofriante: 50 personas asesinadas. Siete eran menores de edad, otros 18 resultaron heridos en lo que las autoridades llaman “narcohomicidios". Las mamás de los jóvenes que caen abatidos en el espacio público no comparten la idea de que estos crímenes sean el resultado de ajustes de cuentas entre grupos criminales. Laurence Bellon, juez de menores en Marsella
Los narcotraficantes no se conforman con ocupar y controlar el espacio público de las barriadas marginales. También se apropian de la intimidad de los hogares de los niños que trabajan para ellos vendiendo la droga.
La llave de entrada es la deuda que contraen lo chicos con estas redes, explica Laurence Bellon, jueza de menores en Marsella. Los criminales exigen el reembolso de la deuda obligando a las familias a que sus apartamentos sirvan de depósito para el tráfico de drogas. Eso es lo que ellos llaman 'la niñera'.
Incluso llegan a instalarse en las viviendas de estas familias. La jueza relata el caso de un menor de edad, hijo de madre cabeza de familia: "Los narcotraficantes convirtieron en 'niñera' el apartamento de su familia: se instalaron ahí, comían ahí, entraban y salían, eran violentos, rompían todo. La madre tuvo que pedirle a los educadores de la calle que la sacaran de su casa y la llevaran con sus tres pequeños a un albergue".
Las mamás contra el narco
Algunas mamás han decidido recuperar el territorio que les ha sido arrebatado por los grupos criminales. "En mi barrio, nosotras nos movilizamos. Bajamos, salimos y los sacamos corriendo. Lo hacemos para protegernos y para dar seguridad a nuestro territorio, a nuestro barrio", cuenta Badra. Ella tiene 53 años y habita en La Rose del distrito XIII.
En cuanto los narcotraficantes llegan a un edificio, los vecinos se avisan entre ellos: " Tocamos el timbre de los otros, nos llamamos y bajamos todos. También avisamos a la policía. A veces viene e interviene, a veces ni siquiera viene. No paramos de quejarnos porque no hay iluminación en los parques. En un parque donde no hay luz, no estamos seguros. Si estás ahí, te pueden pegar o más. Y al guardián del edificio lo mataron delante de nuestro bloque. Lo mataron así nomás.Nosotros tuvimos que bajar a darle los primeros auxilios. Estaba en el suelo. Era un joven que también había nacido en el barrio".
En un territorio controlado por el crimen organizado, la emancipación ciudadana significa poner en peligro la integridad y la vida. " Me golpearon, estaba sangrando y todo. Corría y corría. Además, estoy enferma. Era gente joven. Yo llevaba el velo puesto y todo. Pero, con velo o sin velo, eso te pasa si te metes a proteger tu barrio, tu edificio, tu bloque. Ensucian todo, ocupan los apartamentos. Son los que venden la droga. Son ellos quieren tomarse el territorio".
Para Badra, defender el territorio significa también apropiarse de una identidad y de una historia. Ella tiene dos opciones: la Resistencia o el desarraigo. Badra no abandona.
"No. Yo no me voy porque mis hijos también quieren quedarse en casa. Ellos tienen recuerdos de su padre. Uno tiene hijos que nacieron en el barrio, vecinos con los que nos conocemos y nos apoyamos. Si debo mudarme es imposible que me conozcan como alguien que ha visto a mis hijos nacer y crecer. Todo el mundo quería hacerme entender que tengo que irme. Pero nunca me fui".
Demanda contra el Estado francés
En septiembre de 2021, cuando el presidente Emmanuel Macron visitó la ciudad para anunciar el plan "Marsella en grande", Amine Kessaci cuestionó al mandatario francés la visión de su gobierno para enfrentar los problemas de los barrios del norte de la ciudad.
"Lo que quiero decirle es que no tiene sentido venir aquí con un plan de París elaborado en un avión o donde sea. Ustedes tienen que construir este plan con nosotros, las asociaciones, los concejales, las familias de las víctimas, porque tenemos un testimonio, una experiencia y una historia muy, muy importante para entregar", argumentaba el chico a un Macron que lo escuchaba atento y perplejo.
- Cuántos años tienes, preguntó del presidente.
- 17, respondió Amine.
Ha pasado cerca de un lustro desde que el gobierno Macron lanzara su Plan de “Marsella en grande". Sin embargo, la situación de los barrios del norte ha ido de mal en peor. Decepcionados y enfurecidos, algunos de sus habitantes decidieron demandar al Estado francés ante la justicia. De esa gesta hace parte Amine
"Queremos que el Estado se vea obligado a actuar. Queremos que el Estado sea condenado por inacción, por haber abandonado los barrios y haber expulsado a la República. El Estado de derecho no existe más en nuestros barrios".
El joven líder hace alusión a las fronteras invisibles que los grupos criminales imponen en las barriadas a través de barricadas y puestos de control manejados por muchachos de su edad e, incluso, menores.
Los medios existen, subraya Amine. Y agrega: "Lo que pasa es que los barrios importan un bledo porque no votan, porque son inmigrantes, porque ahí viven árabes y negros.
El gobierno de Nicolas Sarcozy (2007-2012) eliminó la 'policía de proximidad' que tenía una presencia permanente en los barrios. Resultado: la policía ha perdido su poder de disuasión, estima Amine.
"La policía sólo está para dar palizas. Es enviada solo cuando hay el mierdero total. Yo sueño con ver a agentes de policía en los barrios hablando con la gente, sin necesidad de controlarla, pero con una presencia permanente. Eso restablecería la confianza entre la policía y los jóvenes. La política de represión no sirve para nada. Al contrario, es aún peor".
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