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*Meditación*
*“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.”* (Efesios 2:12-14)
Simba yacía entre las sábanas blancas de una cama de nuestro hospital en África, Simba había sido herido gravemente por un león y un solo tratamiento que podía salvarlo de la muerte: una transfusión de sangre.
-Escuchen –les dije—podemos salvar a Simba si ustedes dan algo de sangre. Esto no quiere decir otra cosa que ponerles una aguja dentro de una vena. No hay ningún peligro, es muy poco dolor y de esa manera simple podrán salvar la vida de ese valiente.
-No 𝗕𝘄𝗮𝗻𝗮 nos negamos, está contra nuestras costumbres.
Ni amenazas, ni insistencia ni discusiones tuvieron efecto alguno en aquel grupo de hombres africanos. Se había reunido mucha gente a ver lo que pasaba, entre ellos algunas de las muchachas africanas que se estaban capacitando como maestras en la escuela misionera situada al otro lado de la colina. Estaban visitando el hospital; una de ellas se llamaba Perisi. Ella preguntó: 𝗕𝘄𝗮𝗻𝗮 si sacas algo de mi sangre ¿Podré enseñar mañana en la escuela? Si podrás. Uno de los hombres intervino y dijo: pero tú no eres de sus parientes. Perisi respondió: ¿Voy a dejar que un hombre muera cuando puedo ayudarlo? De esa manera sentada en la silla, observó como su propia sangre entraba en las venas del cazador, que estaba muy cerca de las puertas de la muerte. Había entrado a las venas del hombre una cuarta parte de la sangre cuando todo su cuerpo se estremeció. Su pulso fue mejorando y al llegar a la mitad, bostezó.
-Tranquilo Simba, no te muevas. Quédate quieto. Cuando ya terminaba la transfusión, abrió casi completamente los ojos, ojos que no resultaban una vista muy hermosa, porque las enfermedades de los ojos son muy comunes en aquellas llanuras centrales de Tanganica.
- 𝗕𝘄𝗮𝗻𝗮 ¿Qué estás haciendo? Pregunto Simba. Es sangre, le explique, sangre que te ha sido dada para salvarte la vida.
-Pero Bwana ¿Quién me la dio?.
-Perisi, ella te la dió.
-Pero ¿Por qué?
-La joven africana que había estado sentada tranquilamente durante todo el proceso, contestó rápidamente: ¿Acaso el 𝗕𝘄𝗮𝗻𝗮 𝗬𝗲𝘀𝘂 𝗞𝗿𝗶𝘀𝘁𝗼 (Señor Jesucristo) no dió su vida por mí para que yo pudiera vivir? ¿No te daré yo mi sangre para que tu vivas? Simba miró asombrado, dijo no lo puedo entender.
"*Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros...*" (Romanos 5:8)
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